Ayer día 10 por la tarde, en un repleto salón de actos de la oficina de Turismo, el historiador Alfonso Arráez, reciente miembro del Instituto de Estudios Albacetenses, y perteneciente a nuestra asociación, dio a conocer la hasta ahora desconocida figura de doña Ana de Pina. Tras una amena presentación a cargo de José Luis Megías, también miembro de Torre Grande, que leyó unas simpáticas coplillas compuestas por él mismo sobre el ponente y el tema de la conferencia, dio comienzo esta, titulada: Doña Ana de Pina, una mujer «sola» al frente de su linaje.
Como mostró Alfonso Arráez, doña Ana se integra en la categoría de mujeres «solas», definida recientemente por Francisco García González, catedrático de la UCLM, para designar a aquellas mujeres que fueron capaces de liderar un hogar (unidad doméstica), ante la falta de una figura masculina de referencia.
Doña Ana fue hija y legítima heredera de don Alonso de Pina IV, principal personalidad de la Almansa de la segunda mitad del siglo XVI. A ella le correspondía el riquísimo vínculo y mayorazgo familiar, dotado con un gran número de propiedades entre las que destaca la torre y dehesa de Burjaharón (Torre Grande), y las casas principales construidas por su padre en 1575: la «Casa Grande» de Almansa.
Sin embargo, su condición femenina le impidió recibir dichos bienes, que pasaron a un pariente lejano varón, don Enrique Tallada, señor de Novelé y «batlle» de Xàtiva. Ello suponía además un grave problema familiar, porque a la muerte del padre doña Ana se convertiría en nueva líder del linaje Pina – Tárrega, y, a diferencia de los anteriores, carecería del mayorazgo familiar. Para salvar la peligrosa situación, el progenitor don Alonso IV fundó su propio vínculo y mayorazgo con todos sus bienes privativos, que sí pudo traspasar a doña Ana, si bien de mucha menor importancia. Esta sería la base económica de la que dispondría para sostenerse, ella y su posible descendencia, y preservar el linaje familiar. Debía defender a toda costa dicho patrimonio y transferirlo después a la persona adecuada, preferiblemente un descendiente varón. Una misión que la hizo enfrentarse con su segundo esposo, don Juan de Verastegui (hijo del señor de Alpera), y vivir en soledad el resto de su vida.









