Meandros que abrazan ciudades cuyos mejores tiempos quedaron atrás pero que siguen ofreciendo un paisaje insuperable; fortalezas inexpugnables desde hace siglos, tan solo conquistadas en romances y leyendas de juglares; desayunos entre muros centenarios de un castillo que ha cambiado la antigua soldadesca por los actuales turistas; retablos barrocos que casi milagrosamente se salvaron de la última guerra incivil que padeció este país; pinturas murales que la imaginación de un joven conquense fue capaz de materializar entre las paredes de una iglesia que ya no lo era; una llave que parece poder abrir cualquier puerta que se proponga; una posada capaz de transportarnos a tiempos pasados en sus pocas decenas de metros de longitud; villas que desde hace siglos se disputan la primacía de un trozo de seca tierra humedecida por las aguas del Júcar…
La cuarta de las «Rutas del Marquesado» visitó la provincia de Cuenca, y allí, en esas tierras, finalizará su periplo en unos meses, a la sombra del castillo de Belmonte…