“Con esto poco a poco, llegué al puerto / a quien los de Cartago dieron nombre, / cerrado a todos vientos y encubierto. / A cuyo claro y sin igual renombre / se postran cuantos puertos el mar baña, / descubre el sol y ha navegado el hombre…”
Miguel de Cervantes
Fin de semana perfecto aprovechando la festividad de Castilla La Mancha para visitar una de las ciudades con más historia de nuestro litoral: Cartagena. Una bella ciudad que nos recibía con los brazos abiertos, esplendorosa y animada en estas fechas ya casi de verano.
Aprovechando el tiempo al máximo, nada más llegar a primera hora y dejar los bultos en el hotel de alojamiento, el Carlos III, nos esperaba una de las joyas quizás menos conocidas de todos los yacimientos romanos de la ciudad murciana: la Casa Fortuna, en la plaza Risueño. Representa la única muestra de una domus completa del siglo I d. C. de la antigua ciudad de Carthago Nova. Fue denominada así por una inscripción (“Fortuna propitia”) conservada en el pavimento del atrio que puede interpretarse como un saludo de bienvenida.
Tras ello, fuimos dando un agradable paseo hasta el Museo del Foro Romano Molinete, situado en una de las colinas de Cartagena y en la que se encontraban un par de molinos de viento para el cereal. Es este uno de los mayores parques arqueológicos urbanos de España. Perfectamente guiados en la visita, pudimos contemplar las más de 350 piezas halladas a lo largo de los últimos años y acceder a la zona del Foro, un recorrido por la Curia, el Santuario de Isis, las Termas del Puerto y el Edificio Atrio.
La comida fue en la tapería de Casa Tomás, donde pudimos disfrutar de la cocina cartagenera, muy cerca del centro urbano. Nada más apurar el café, pusimos rumbo hasta el Ayuntamiento donde realizamos la última visita del día: el Museo del Teatro Romano, magnífica intervención del afamado Rafael Moneo para dar cómodo acceso a los restos de este teatro que en su día llegó a albergar más de 6.500 espectadores. Esta construido sobre el Cerro de la Concepción y a su vez alberga una rica colección de los restos hallados durante su excavación. Finalizamos la tarde con un nuevo paseo hasta el hotel, con el correspondiente reparto de habitaciones y merecido descanso.
La mañana del domingo también iba cargada de visitas por lo que cogimos fuerza con un suculento desayuno buffet. Por las calles más céntricas y típicas de Cartagena pudimos observar algunos de los edificios más emblemáticos del Modernismo que dejó la burguesía de principios del siglo pasado, hasta llegar al ascensor panorámico que nos llevaba al pie del Castillo de la Concepción. Una construcción medieval del siglo XIII enclavada sobre el cerro del mismo nombre y que se alza sobre la ciudad y su puerto, con unas vistas privilegiadas. Coincidimos, por cierto, con la curiosa exposición de “Los viajes de Leonardo”, pequeña muestra de algunos de los inventos del artista italiano.
La bajada del castillo nos llevó al ARQUA, Museo Nacional de Arqueología Subacuática, en plena explanada del puerto, un llamativo edificio, semienterrado, donde se reúne gran parte del Patrimonio Cultural Subacuático de nuestras costas y en la que destacan dos de los barcos fenicios mejor conservados: Mazarrón 1 y Mazarrón 2. Nuestro presidente José Luis Simón dio detalladas explicaciones de muchas de las muestras del museo.
Y sin perder ni un minuto, nos dirigimos al puerto para embarcarnos en el barco turístico que nos dejó en el Fuerte de Navidad, una de las numerosas casamatas de la costa murciana que en su día se dedicó a proteger la entrada de la ciudad por mar.
La mañana culminó en el restaurante A la Brasa. Con unos platos deliciosos y en un entorno inmejorable, celebramos el fin del viaje con unos típicos asiáticos. A las 17 horas, puntuales, regresábamos a nuestra ciudad.











