Un castillo pariente cercano del nuestro, con grafittis y bóvedas almohades y el recuerdo del mismo Marqués; una iglesia a los pies de la fortaleza que puede servirnos para rememorar cómo pudo ser nuestra Asunción; un tesoro dorado que refulge entre los muros de un patio renacentista ideado por un italiano genial acogido en la España del siglo XVI; columnas salomónicas que se elevan hacia bóvedas sorprendentes en un templo único en toda Europa; zarzuelas y recuerdos de Chapí en el fabuloso teatro que lleva su nombre; y una colonia entre pinos y marjales, entre el olvido de casi un siglo y el atardecer de mitad del otoño…
Todo eso hemos disfrutado a apenas veinte minutos de Almansa, en la tan cercana y casi siempre desconocida Villena, durante siglos ciudades hermanas que hoy en día parecen en ocasiones darse la espalda. La tercera parada de las «Rutas del Marquesado» queda ya atrás. La siguiente nos espera en primavera. ¿Alarcón?